Historias EARTH

Una revolución personal: cómo Irene encontró su voz y su identidad en EARTH

Irene del Carmen Suazo Salazar (Promoción 2026, Nicaragua) supo que iba a estudiar en EARTH apenas unos días antes de que comenzara el año académico en enero del 2023. Eran unos días sorpresivos porque, desde que había dejado Nicaragua junto a su familia siendo muy pequeña, huyendo de la pobreza y conflictos socio-políticos, había visto poco del mundo. A través de un proceso migratorio irregular, llegó a Costa Rica a los cuatro años y se instaló junto a sus padres y sus ocho hermanos en una pequeña comunidad rural y remota en la que vivían muy pocas personas.

Cuando recibió la llamada en la que le anunciaban haber sido aceptada al Programa de Becarios de Mastercard Foundation en EARTH, Irene visitaba la capital, San José, por primera vez en su vida. Esos días estuvieron llenos de primeras veces: cruzar una calle atestada de carros; seguir las luces de un semáforo; ver edificios, tiendas, supermercados; acostumbrarse a la velocidad de la ciudad, a las voces de los vendedores ambulantes, a los cantos de los pájaros que anidan en concreto, a los sonidos de los transeúntes. También fue la primera vez en que, al otro lado del teléfono, alguien le confirmaba la posibilidad de un futuro prometedor.

Irene confiaba en sus capacidades y no se permitía dejar de soñar, y aunque fue admitida en las universidades públicas de Costa Rica con calificaciones destacadas, no tuvo la posibilidad de entrar porque no contaba con documentos que afirmaran su condición de refugiada o que le permitieran regular su estatus migratorio.

 

“Sentía como que no tenía una identidad. Siempre pensaba ‘soy de Nicaragua o, ¿de dónde soy? Porque no tengo documentos que me registren ni aquí ni allá’. Me daba miedo salir de mi comunidad y pensar que en cualquier momento me podían decir ‘es que no eres de este país, tienes que regresar al tuyo’ pero en Nicaragua tampoco hay un registro de mi origen, entonces ¿de dónde soy?”.

 

Al ser admitida a EARTH, Irene contó con acompañamiento para poder tramitar su pasaporte, una acción que para ella implicaba abrir nuevas puertas hacia el futuro y, principalmente, tener la oportunidad de recibir una educación universitaria y una identidad.

Irene siempre soñó con ir a la universidad. Lo soñaba aunque en su familia nadie la empujara a hacerlo porque nadie antes que ella había tenido la oportunidad y era difícil de imaginar. Irene se negaba a pensar en los sueños como en un privilegio de clase y soñar se convirtió en su revolución personal. Siempre fue buena alumna. Aprendió desde niña sobre ganadería y agricultura y desarrolló un amor profundo por entender los ciclos y los procesos de los que vienen los alimentos. “Comencé a ver en la agricultura el futuro, sin ella no hay comida y sin comida no llegaríamos a ninguna parte. La agricultura también es medicina, es todo”.

Cuando recibió la llamada que cambiaría su vida, Irene viajó al Campus Guácimo con los propietarios de la finca en la que vivía. Ellos la animaron: “¡tienes que ir,  nosotros te llevamos!”. No lo pensó demasiado. Aunque estaba muerta de miedo, llegó a EARTH sin estar segura de lo que le esperaba, con una mochila en la que llevaba pocas cosas y con muchísimas ganas de aprender.

Se encontró con un nuevo mundo: compañeros de países que nunca había escuchado, cursos que le fascinaban, un nuevo panorama con una libertad que no conocía. Y todo eso le aterraba. Le tomó algunos meses vencer su miedo a ver a la gente a los ojos, hablar con otras personas, subirse al escenario de un auditorio o ir al frente de una clase y exponer los resultados de algún proyecto.

“Para mí fue un reto, no me había comunicado con muchas personas en mi vida, solo había estado en mi colegio, hablaba con mis profesores, mi familia, nada más. Hasta ahí no había salido a ningún otro lugar. Entonces cuando llegué a EARTH y vi a tanta gente, me sentí pequeña. Me daba mucho miedo salir de mi cuarto, mi doña (compañera de habitación) iba a la cafetería a buscar comida para mí porque a mí me daba vergüenza hasta ir a comer”, cuenta.

Ahora cursa el segundo año de carrera y las cosas han cambiado. Hace poco visitó la Casa Presidencial de Costa Rica junto a otros de sus compañeros y habló, frente a un grupo de diplomáticos, sobre los derechos de las personas refugiadas y migrantes. Aunque posiblemente estuvo nerviosa, habló sin miedo, con elocuencia, dueña de sus palabras y de su historia.

Irene confía en su evolución y en la red de apoyo que encontró en la Universidad para lograr vencer sus miedos y “salir del cascarón”. Cuando ve hacia atrás es consciente de lo mucho que ha cambiado, de todo lo que ha ganado reconstruyendo su identidad, y de las ganas tan grandes que tiene de apoyar a otros jóvenes que, como ella, hacen de los sueños su propia revolución.

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