Cuando Ruslan Carpio (Promoción 2027, Costa Rica) tenía 17 años, aprendió a hacer pan con harinas alternativas. Creó distintas recetas libres de gluten porque quería ofrecer productos de calidad para personas con necesidades alimenticias especiales. Tenía 17 años y ya había ingeniado un negocio. No lo hizo solo: formó parte del Programa de Emprendimiento Juvenil, un proyecto de EARTH Futures que se desarrolló durante el 2019 para estudiantes de colegios y que contó con 20 sesiones enfocadas en emprendimiento rural, empoderamiento juvenil y desarrollo de habilidades socioemocionales. Ruslan y sus compañeros del programa pertenecían a comunidades aledañas al Campus Guácimo.
Al graduarse de la secundaria su objetivo era claro: quería convertirse en ingeniero agrónomo, quería estudiar en EARTH y quería aprender más sobre soluciones alimentarias y emprendimiento. Ruslan aplicó una vez y no consiguió la admisión. Aunque su primera reacción fue la tristeza, decidió perseverar. Aplicó una segunda y una tercera vez y los resultados tampoco fueron positivos. En ese momento casi decide darse por vencido.
La situación familiar era frágil: su madre luchaba contra el cáncer y él quería apoyarla. Mientras lograba entrar a la Universidad, Ruslan trabajaba en una empresa piñera. Cuando su madre enfermó, él dividía su tiempo entre el cuido – que compartía con su padrastro y el resto de la familia –, la atención a su hermano menor, el trabajo y el proceso de aplicación a EARTH. Mantenerse a flote y perseverante no fue fácil.
Para poder continuar, pidió ayuda a dos graduados: Víctor Arboleda (Promoción 2017, Ecuador) a quien había conocido a través de redes sociales, y Jairo Cruz (Promoción 2013, Costa Rica) con quien había conectado gracias al trabajo en la piñera. Víctor fue quien logró, varias veces, que él pusiera “los pies en la tierra”; fue quien le recordó que era capaz, merecedor y que tenía todas las cualidades para lograr su sueño. Jairo fue una guía durante el proceso de admisión, lo aconsejó y lo apoyó de distintas maneras. Para Ruslan, esta camaradería entre EARTHianos fue una inspiración desde el principio.
Su madre falleció en el 2022. Un año después, Ruslan recibió una llamada inesperada: luego de cuatro intentos finalmente había sido admitido en EARTH y era acreedor de una beca completa. Cuando supo la noticia se deshizo en lágrimas, perseverar había valido la pena. Ruslan tenía la certeza de que su madre se sentiría orgullosa y feliz, su hijo había logrado un sueño. Ella era su motor.
Ahora está por finalizar el primer cuatrimestre de su carrera. Se siente feliz. Tiene una “doña” (compañero de habitación) de Ecuador que es muy bueno en matemáticas y que le explica con paciencia cuando a él le queda alguna duda. Le gusta la producción acuícola y quiere aprender más sobre seguridad alimentaria, desarrollo comunitario y agricultura de precisión. Sueña con el futuro y aunque en su vida quedó un gran vacío, ha decidido honrar la existencia de su madre con las decisiones que toma a diario.
Hay una foto de Ruslan y su mamá del 2019, fue tomada cuando él formaba parte del Programa de Emprendimiento Juvenil. En la imagen, ella no ve a la cámara, lo observa a él; le sonríe y en sus gestos y en su mirada son casi tangibles el amor, el orgullo y la bondad. En esa imagen quedó congelada la esencia de un vínculo que sigue siendo una razón para soñar, para crecer, para luchar una, dos, cuatro veces. Todas las que sean necesarias.
Para Ruslan, su madre será para siempre un motor de perseverancia.