Historias EARTH

Más allá del campo: la vocación humanitaria de un Ingeniero Agrónomo

Era el año 1997 y a Francisco Raigón (Promoción 2001, España) solo le faltaba el trabajo final de la carrera para graduarse como agrónomo en la Universidad Politécnica de Valencia. Estaba tan cerca y aun así no dudo cuando escuchó sobre una oportunidad de beca de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) para estudiar – la misma carrera – en Costa Rica. Había dos plazas disponibles y él y su amigo eterno, Pedro Fernández (Promoción 2001, España), decidieron que era un buen momento para comenzar una aventura que les permitiera acercarse a su objetivo: trabajar en la cooperación internacional para el impulso del desarrollo rural, los derechos humanos y la seguridad alimentaria.

 

No se graduaron en Valencia, pero ambos fueron admitidos en EARTH. Se dieron cuenta a inicios de enero de 1998, apenas unos días antes de tomar un largo vuelo para cruzar el océano Atlántico y llegar a una selva exuberante que se convertiría en un hogar para toda la vida. Llegaron un poco tarde y se perdieron las semanas de orientación, pero justo cuando llegaban al Campus Guácimo por primera vez, un oso perezoso se cruzó en su camino y ellos se lo tomaron como un buen augurio y como una bienvenida emblemática a una nueva etapa de sus vidas que los iba a cambiar para siempre.

“En un inicio nosotros fuimos sin expectativas. Nos sorprendió la calidad humana, y el programa educativo, el aprender haciendo. Nosotros éramos ingenieros prácticamente, pero, por ejemplo, algo que siempre me asombró fue la introducción a las matemáticas en el primer cuatrimestre del primer año, que hacía el profesor Leslie Villalobos. Había que integrar a compañeros que habían tenido formaciones muy distintas. Algunos venían de los mejores liceos y escuelas de América Latina, y otros de zonas rurales. Me impresionó que todos nos ayudábamos desde el principio. Yo estaba a punto de terminar la carrera y no había plantado nada en mi vida. Lo primero que aprendí a hacer en Experiencia de Trabajo fue afilar un machete”, cuenta Francisco.

Un fracaso y un acierto

 

Siendo estudiante en EARTH, Francisco realizó su Pasantía profesional de tercer año en Perú durante 15 semanas, en donde colaboró en un proyecto de desarrollo agroindustrial en la Amazonía. En esa comunidad de la selva, compartió sus conocimientos con agricultores locales para cosechar palmito y logró mejorar el rendimiento en un 50%. Sin embargo, se dio cuenta de que no bastaba con aumentar las cifras de producción: cuando los agricultores comenzaron a incrementar sus ingresos, muchos los gastaron en alcohol y para él esto fue un reflejo de las carencias profundas y las necesidades humanas que no se resuelven solo con dinero o con mejores técnicas en la producción agrícola. Ese momento le enseñó que la seguridad alimentaria también implica abordar los sistemas de vida en su totalidad, a través de la educación y el desarrollo de habilidades socioemocionales para apoyar, de forma integral, a que las personas puedan construir un futuro más sano y sostenible.

 

Esa misma experiencia también le regaló una gran satisfacción. Una cooperativa de cacao que ayudó a fundar logró lanzar al mercado un chocolate peruano de alta calidad. Veintitrés años después, en un viaje de trabajo a Perú, Francisco entró a un supermercado y se encontró con aquel chocolate en los estantes. Para él, ese era el verdadero logro: ver cómo el trabajo de desarrollo rural sostenido podía proporcionar ingresos estables y oportunidades para las comunidades, incluso con el pasar del tiempo.

Un compromiso con la humanidad

 

En EARTH Francisco descubrió que ser ingeniero agrónomo iba mucho más allá de trabajar con plantas; era también trabajar por y con personas. En su carrera, esto se ha reflejado en proyectos de cooperación internacional en contextos diversos y complejos: desde campos de refugiados del Sáhara Occidental y Burkina Faso, hasta zonas de conflicto en Palestina y Filipinas. Su labor era más que aumentar el rendimiento agrícola; se trataba de mejorar la calidad de vida de personas cuyas circunstancias las dejaban en situaciones de extrema vulnerabilidad. Con cada proyecto, su vocación se hacía más clara: no trabajaba por la agricultura en sí misma, sino por los seres humanos que dependen de ella.

 

Tanto él como Pedro, se han desempeñado en distintos cargos con Organizaciones no Gubernamentales en muchos lugares del mundo. Se considera una persona muy afortunada, ya que ha podido desarrollar prácticamente toda su trayectoria profesional en el campo que considera su vocación, la cooperación internacional para el desarrollo. Actualmente trabaja en la Fundación de Religiosos para la Salud, una organización que implementa proyectos en Filipinas, varios países de África, y en América Latina.

“¿Qué hace un ingeniero agrónomo en un campamento de personas refugiadas del Sáhara? Gestionar recursos para mejorar la calidad de vida de quienes viven con menos recursos, con sus derechos menguados, sin un Estado reconocido. ¿Y en un campo de refugiados en Burkina Faso? Asegurarse de que la ayuda humanitaria llegue a quienes la necesitan, garantizando seguridad para personas en una situación completamente diferente. ¿Qué hace un ingeniero agrónomo en cualquier contexto? Analizar el entorno, identificar problemas, y trabajar en soluciones. Yo no me he dedicado a la innovación o investigación, sino a apoyar a la sociedad civil de los países en los que he trabajado, fortaleciendo su seguridad y soberanía alimentaria, creando vínculos de colaboración y cooperación entre el norte y el sur, y construyendo puentes para que las familias puedan acceder a alimentos necesarios en cualquier momento del año”, agrega.

 

Para Francisco, las Ciencias Agrícolas no son solo una profesión; son una vocación y un compromiso profundo con la humanidad. Y mientras haya necesidad, él está dispuesto a caminar por los senderos más difíciles, a cruzar ríos y a plantar las semillas de un cambio que durará para las generaciones venideras. Así, con toda esa pasión que lo hace ser quien es.

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